27 nov 2018

Fragmento



JUGANDO CON LOS DEDOS

¿Sabes amor?
Hoy me he despertado contenta porque ayer me levantó el ánimo el paseo que di por el parque.

El dolor de mis rodillas,
sobre todo el de la derecha -dicen que el dolor de la rodilla derecha es el de las viudas- había disminuido y me encontraba, a pesar de estar el día nublado, un tanto alegre… caminaba con una prisa distinta…

Me detuve junto al estanque
en el que se hallaban detenidos, por alguna razón oculta, los cisnes. Me senté en un banco, pero casi inmediatamente me puse en pie y caminé bajo aquella bóveda incierta de nubes reflejadas en el estanque y me puse a pensar un poco en esta nueva etapa de vida que he comenzado… ya recuperada en parte… no sin temor…

El día se iba aclarando poco a poco
y los relámpagos parecían alejarse. Miraba la quietud del agua y la veía como una tela de seda cosida al paisaje cuando en voz baja, como recordando escenas en las que inclinada sobre tu rostro coloreado por los rayos que caían del prisma de las grandes nubes, te decía:

"Escucha los rumores ligeros de la orilla
chapoteada por los patos y respira los olores acaso de ajedrea o albahaca, da igual, pues sé que tú conoces el nombre de muchas plantas y reconoces en ellas su misteriosa alma y sabes ver en el paisaje como se llena de rosa, con un rosa de oro surgido de entre dos nubes…"

Me miré los dedos
y jugué a abrirlos y cerrarlos y vi un pájaro vacilar dando saltitos lógicos -según Darwin- como buscando alguna ramita para su nido.

A lo lejos seguía rugiendo el trueno, originando torbellinos de color, tal y como figuran en los cuadros de los pintores. Luego regresé a casa, el dolor de la rodilla derecha ya había desaparecido casi por completo.

Por la noche volví a sentir tu mano
que se aventuraba, en la oscuridad, torpemente hacia abajo… hacia mi bajo vientre… y vi tu rostro inclinado sobre el mío, a pesar de ser consciente de tu ausencia.

Hasta en eso eras humilde por simple orgullo,
consentiste en no ser para los demás sino un espejo cuyo azogue gastado que filtrara el cielo. Todos, incluso tus padres, habrán de ver que el cielo estuvo contigo en su color más rojo a través de las frondas de la tarde, cuando el arrullo de las palomas se oscurece.

A veces me pregunto
si fue en un tiempo anterior o posterior a aquel día que atravesaste  la Verja de Hierro Forjado cuando (Él) arrancó la caña, tocó el rumor, puso el sonido del arpa de boca en mis sienes e introdujo en mi vida dolor y esperanza. Me imagino que tras lo cual continuaste tu vagabundeo por la eternidad… porque no irás a decirme que has perdido tu interés por los juegos de luces y sombras de las viudas afligidas…

                                                                                                  Johann R. Bach

No hay comentarios:

Publicar un comentario