EL SILENCIO DE LA ERA ANDROCÉNICA
Como el crimen pesa tanto como el planeta
y el desastre es tan lento,
he tenido tiempo de construir un icosaedro
que pone el acento sobre la figura del Ángel Montserrat y…
de seguir leyendo libros de Mallarmé o de Rilke
extraídos del Gran Baúl de Google
es preferible que nadie pregunte por mí.
De no ser así miles de murciélagos gotearían del techo
pues mi esfera puede ser más redonda que la de Riemann.
A estas alturas de la era androcénica
todos mis lectores saben que a punto estuve de perder la condición humana a causa de una comunicación imposible, como si hubiera estado envuelta en una atmósfera de metano hasta el punto de no poder compararme con ningún otro ser habitante de este mundo por ser un valle de silencio.
Ermessenda
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