Empuries. Roses al fondo
LAS RUINAS DE EMPURIES
Muchos estudiantes llegan
hasta tu lugar de reposo, se confunden con turistas y conviven con ellos en hoteles, campings o se hospedan en casas de taciturnos y escasos periecos.
Se levantan temprano para recoger
huesos sin sospechar que eran antes veloces como zorros entre las marismas; y que en otoño, cuando las uvas hacían con su olor que el aire cortante cortara más, un ser tenían, respirando humedad;
y aún menos adivinarán
que tus primos con sus huesos dejaban mucho más, dejaban lo que todavía es la apariencia de las cosas -Empuries-, dejaban lo que sentían
ante lo que veían:
un mar,
como un lago brillante, a los pies del horizonte.
Nubes primaverales volaban
por encima de muros secos de piedra y mansiones provistas de pequeñas ventanas para protegerse de las tormentas de luz, pasando su verja y, el ventoso cielo ampurdanés es un clamor de literaria desesperanza.
Hacía tiempo que conocíais la apariencia
de un asentamiento humano y lo que de él decíais llegaba a ser parte de lo que es… Los estudiantes aun tejiendo tratados en ciernes hablarán vuestro idioma y nunca lo sabrán
y dirán de Empuries
que parece como que quien vivía allí dejó tras de sí un espíritu atormentando muros desnudos; una casa mugrienta en un mundo asolado, un andrajo de sombras,
consumación de blanco
manchado con el oro del opulento sol.
Johann R. Bach
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