LA PROSA DE LA ESTUDIANTE DE LETRAS
Cuando miras la televisión
tienes la sensación de observar una naranja, durante horas y horas y al final no puedes recordar ni su color.
Prefieres leer los clásicos
de la literatura griega, y cada uno de ellos te resulta una balsa salvavidas en la que, sola en mitad de un mar en calma, te encuentras a gusto.
En tu buzón depositan
sólo cartas certificadas del Ayuntamiento o de la compañía del gas, aunque de vez en cuando recibes algún escrito que te sitúa en el mundo real como el de mi hermana Sylvia:
Yo, Sylvia Martínez Folch
una modesta monja de clausura cuyo dios descendió a la tierra perturbando mi natural soledad
C E R T I F I C O
Primero: que estuvo
reunido conmigo durante tres horas en el huerto del Monasterio –lo cual me hizo muy feliz.
Segundo: que con humana humildad
me confesó estar preocupado por el camino emprendido por los hombres: habían cambiado las buenas formas del ser por el simple parecer ser.
Tercero: que no era verdad
que Electra hubiese trabajado en una cooperativa ni Orestes estudió farmacia, ni siquiera acabó el bachillerato.
Cuarto: que tampoco Clitemnestra
llevaba un sombrero azul el día de la boda de Agamenón; y, la insolación que pilló es porque estuvo bronceándose en la playa.
Quinto: lo único que es verdad
es que Egisto no paraba de fumar aunque hizo un reportaje fotográfico esculpido en tablillas de madera fenomenal; y
que el único que sufrió
un ataque de cuernos fue Menelao cuando Paris, en contra de su voluntad, pagó el café y las copas.
Sexto: que cuando volvieron a la ciudad
después de la boda, ya muy entrada la noche, iban todos borrachos, con documentos de identidad falsos y los bolsillos vacíos
sólo Baco y Dionisio permanecieron sobrios
durante todos los festejos
Séptimo: La prima-hermana
de la diosa Ociosidad y causa concomitante que va mano a mano con ella, la ninfa Soledad, se mostraba excesiva;
como un síntoma
en su fase coactiva o forzosa. Entretanto, en los pómulos de Sócrates se iban apretujando los años como murciélagos en su cueva.
Finalmente se fue
dejándome sumida en un mar de dudas aunque, según Descartes no puedes dudar de que estás dudando
Realmente hay que reconocer
que vivimos en el mejor de los mundos, porque a pesar de todo, milagrosamente aún funciona.
Mira como entra en la habitación
la luz descalza y el olor del café se desparrama por el aire calentado durante toda la noche por tu propio aliento. Hasta la cama sube su desnudez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario