A LA VUELTA DE LAS VACACIONES DE PASCUA
Entrar en Barcelona, por la Av. Meridiana,
con el coche en silencio,
cada cual en sus pensamientos,
mientras los ojos desplazan su desgana
sobre fachadas y carteles y sólo el balbuceo
de la radio aventura algo semejante
a una bella música.
Ambos estáis ya en otro lugar,
otra Pascua, lo que vivisteis quedó atrás
y es un bagaje levemente incómodo
que va de mano en mano
a la luz vidriosa de los semáforos.
La tarde que declina,
el coche suturando las calles, los chicos duermen,
las frases que se dicen por decir
y son como la máscara del silencio,
su pequeño altavoz. Allí seguís, horas después,
en casa, junto al olor de ropas oreadas,
el tacto de unas llaves en los bolsillos.
Cuando la complacencia es una forma
de la inercia.
Cuando el cansancio
tiene la forma de la complacencia.
Cuando juntas las soledades se dan la mano,
Cuando el llegar no importa
sólo la inercia del llegar, su expectativa.
En silencio pensarás
en cómo vivirás la primavera,
cuando el cuerpo ya no rehuya las calles,
y la mente las busque con alivio,
feliz de haber dejado atrás
el embotamiento de Platja d'Aro.
Ha llegado el tiempo
en que las ideas se estiran
y prosperan, el sol aún no las oprime,
hay como una amplitud en el aire
que soporta incluso las contracciones de
temperatura.
Más todavía si el cielo, a media tarde,
aparece despejado:
un azul denso, impenetrable,
reverso del negro casi gótico que viene a sucederle.
Cuerpo y mente prefieren estaciones distintas, sí.
Y uno debe aprovechar la fuerza que le es dada,
venga de donde venga. La primavera es quizá
el espacio para el juego del pensamiento.
Elisa R. Bach
No hay comentarios:
Publicar un comentario