BLUES Y RON
Una vez más, esta noche
atraída por el blues del Barrio
entras en el Bar Terra
por la puerta de la calle Asturias
con la duda de si es útil
refugiarte del frío siberiano.
Atrás has dejado,
al hombre con turbante oriental
que pasea perros por las calles
al abrigo del portal retranqueado
junto al bazar chino,
arropado con una manta y por los canes.
Tomas asiento en la única mesa libre
junto a la puerta aunque dotada de un foco.
Estás de suerte. Nadie te conoce,
puedes leer los Apuntes de Malte de Rilque,
y, aunque con rezongona fatiga,
la camarera te sirve una gran copa.
No te gusta el ardor del alcohol,
pero puede ser una buena excusa
para todos los que pisan el bar;
quieres pasar desapercibida. Antes
del primer trago miras a tu alrededor;
el ron no pregunta qué te ha sucedido,
ya que él no es aún polvo ni saliva
ni se mezcla con el agua de la lluvia.
Haces un esfuerzo y bebes el primer sorbo,
el ardor empieza invadiendo tus labios
luego las encías y la lengua;
junto al dios del momento suben los decibelios.
Empiezas a notar cómo el invierno bebe,
después de la lágrimas falsas
de los que están en la barra;
cómo se les encorva de cifosis la espalda;
saben dónde viven aquellas que les amaron,
pero escogen la barra de bar antes que el hogar
Escribes tus notas al pie de una página
del libro del gran poeta, el segundo sorbo
te produce ardor en la garganta, te dices
a ti misma: "no habrá un tercero". Permaneces
sentada con un deseo tan lascivo y sin salida
que hasta el paisaje mojado te excita.
Elisa R. Bach
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