16 mar 2016

la Dama no venía con cara de buenos amigos


FINAL DE UN AMOR

Estaba oyendo la suave música de La Trattoria escondida detrás de un cuadro le oí decir a un cliente ante el requerimiento del camarero que estaba esperado a la Dama de sus Sueños. El camarero, como si quisiera respetar aquel sentimiento tan fuerte de un hombre, se retiró. Aquello prometía y por nada del mundo quería perdérmelo. Esperé pacientemente a la aparición de la Dama en cuestión. Cualquier araña narradora pagaría dinero por escuchar una conversación de esas.

Sorprendentemente, la Dama no venía con cara de buenos amigos y después de pedir unas pizzas y una jarra de vino se miraron cada uno con ojos diferentes.

"Tengo buenos informadores –le dijo la Dama- que me han alertado contra ti y por fin he sabido quién eres: un criminal, lo peor de lo peor". Él no daba crédito a lo que estaba oyendo. Cuando ella le había invitado a cenar jamás se le hubiera ocurrido que era para decirle aquellas cosas tan horribles pues nunca había tenido conciencia de haber cometido crimen alguno.

"Esperabas –continuó diciendo aquella Dama- que me creyera tus historias, que te consolara en tu soledad y encima que justificara todas tus fechorías pasadas". "Cuánta vanidad la tuya al pensar que una vez sentí algo por ti y que todavía lo hago". "No eres más que un vulgar miserable que no cree ni en sus propios escritos un falso poeta al que nadie debería prestar atención".

"Es amor –dijo él- y no comprendo tus palabras…"

"No me has gustado desde el principio –contestó ella- y no estoy tan interesada para que me importe lo que hagas ni cómo lo hagas. No quiero saber nada de tus fingidos sentimientos. Eres enemigo de personas a las que quiero, empezando por mis hijos y acabando por mis hermanos y amigos. Eres alguien a quien rechazo de plano. No quiero volver a verte. Te pido que te vayas y que no vuelvas a molestarme nunca más. Ahora, por favor vete, pagaré yo la cuenta, ¡y que te quede claro que no te quiero volver a ver jamás!".

Él se levantó de la mesa y puso en la mano de ella una llave de contacto de un auto –una copia que tenía del Mercedes de ella. Con el rostro encendido por la humillación abandonó el acogedor restaurante italiano. Mirando de reojo la Dama debió de ver hasta qué punto estaba ruborizado aquel hombre al que aparentemente llegó a odiar.

La Dama se quedó muy quieta. La repentina partida de él, sin intentar aclarar alguna posible malinterpretación, sin detenerse a averiguar si los informes que de él ella presumía tener no pertenecieran a otra persona, que hubiera algún error en todo aquello, su ausencia, le causó una impresión extraña. ¿Lo había invitado a cenar para aquella escena?

Él ya no estaba allí y ella se había quedado sola en el centro de una terrible tormenta emocional. De repente pareció sentirse tan desesperada en aquel momento como si hubiera sido él el que la había ofendido. "No tenía que haberle hablado así –comenzó a hablar en voz baja aquella Dama- pues siento que he perdido la cabeza. Tenía que haber conservado la frialdad y la serenidad y haber sido cortés, y de ningún modo debería haberle invitado a cenar. Ni siquiera sé por qué he montado esta ridícula película".

"He sido muy grosera –continuaba diciendo en voz baja como si hablara conmigo una humilde araña curiosa- y no he sido capaz de expresar exactamente lo que siento. Durante nueve meses me ha hecho muy feliz, admiraba realmente lo que escribía. Lamento mucho lo que ha pasado. No puedo dejar de pensar que me he comportado de una forma estúpida y totalmente incorrecta".

Durante un buen rato aquella dama se quedó sentada y pensativa. Apuró el vino tinto que quedaba aún desprendiendo su aroma, se levantó lentamente y la perdí de vista.

El final de la historia es de manual y hasta una humilde araña lasiodora podría narrar sin dificultad:

Aquella Dama tocaría el timbre de la casa de él. Al abrirle la puerta aquel hombre abrumado por la humillación le diría con un tono lastimero: Quieres hacer la despedida más difícil ¿no? Sentados uno frente al otro no cruzarían palabra alguna durante un buen rato. Finalmente él le preguntaría si se quería quedar a dormir. Ella sin saber qué decir asentiría con la cabeza. Luego vendría el ritual de desvestirse de espaldas, hacer litúrgicamente el amor por última vez y con lágrimas en los ojos por la mañana los dos sabrían que no volverían a verse nunca más. En el corazón de él, empequeñecido por aquellas acusaciones ya no habría espacio para aquella que un día fue la Dama de sus Sueños.

                                                                                     Johann R. Bach

1 comentario:

  1. Es increíbke como la ira hace nublar la razón y las palabras salen con un descontrol por una boca que fue besada, amada y ahora amargamente odiada...
    Deberíamos preguntar antes de escupir veneno y odio , porque romperemos un gran corazón
    Me gustó a pesar de su triste final.

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