6 feb 2013

LA ESPECIAL FUGA DE PAUL LAFITTE

LA ESPCIAL FUGA DE PAUL LAFITTE

 

La tarde había completado

la mitad de su recorrido. En ese mismo instante el enjambre de los cielos iba a caber enteramente en su mirada. La silueta de dos guardianes con paso rápido desaparecía en el horizonte.

 

Todo estaba en su sitio.

Los presagios eran buenos y sus manos se cerraban como si pudiera coger con ellas las estrellas flagelarias. Desnudo de cintura para arriba se recostó sobre la paja removida.

 

Pensó en su niñez,

cuando tenía diez años solamente: el mar le engastaba y el sol cantaba las horas sobre el reloj sosegado de las aguas. La despreocupación y el dolor habían empotrado al gallo en el tejado de las casas y se aguantaban juntos.

 

Oyó cómo sigilosamente se abría la puerta

del cobertizo. Una silueta femenina, se deslizaba como un fantasma en pena. Era Sofía. Paul levantó la manta para acogerla. Se situó junto a él. Por su rostro las lágrimas corrían a chorro.

 

Sus manos estaban heladas

y las palabras se le habían quedado en el pecho. Las caricias sobre su pelo no eran suficientes para borrar su tristeza infinita. Finalmente la palabra fatal salió de sus labios:

 

"tot" (muerto), Thomas ist gestorben,

Er starb bei den Kämpfen in der Normandie. Dieter auch? Ja.

 

Paul se preguntaba

¿en qué quedaba la realidad sin la caricia dislocadora de la poesía? En aquel momento decidió fugarse con los restos de la familia. Convencer al abuelo sería lo más difícil.

 

Se confió a Sofía arriesgándose

a que sus planes fueran frustrados, pero la sinceridad de su tristeza no dejaba lugar a dudas. Los abrazos de aquella noche eran una señal más de que la fuga podría tener éxito.

 

El bombardeo del amanecer le sorprendió

apretujado al mejor regalo de la naturaleza. Se vistió rápidamente y salió al encuentro del abuelo que corría a poner a cubierto el camión. Las luces del cielo aún no se habían encendido.

 

Paul Lafitte cargó

ante la mirada atónita del abuelo las latas de gasolina. Sofía se encargó de darle los detalles de la fuga. Creyó estar alucinando en medio de aquel infierno, como si Dios hubiera vivido demasiado tiempo entre ellos.

 

Las estrellas del amanecer

que habían sido soberanas en su mirada hasta aquel mismo día quedaban ocultas por el fuego y el horror. Los ángeles habían decidido comenzar de nuevo para hacer posible de nuevo el amor.

 

                                                                                                     Johann R. Bach
                                                                                         www.homeo-psycho.de

 

 

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