EL MUNDO DEL ÁPEX
Comencé a sospechar 
la existencia del Mundo del Ápex cuando se  me hizo patente que memorizaba con facilidad todo lo que me gustaba y, en los  recreos del "insti", yo disfrutaba más llenando la pizarra de frases de  Cervantes que en boca de El Quijote me llenaban de satisfacción.
En relación a las demás chicas 
me consideraba una maldita y despreciaba profundamente todo  lo que emanaba de la educación reglada. Por supuesto que yo también emborronaba  cuadernos enteros de versos con rima y métrica clásica, e incluso había  empezado asimismo un diario que releí tantas veces que casi me lo sé de  memoria.
Cada nueva lectura era para mí como una nueva vida. 
Me metí literalmente dentro del espíritu de Kafka, Sartre y  Rilke. Apenas observaba lo que sucedía a mi alrededor. Durante los años que  duró esa crisis me acerqué tanto a la locura que incluso ahora siento cómo su  hálito helado envuelve mi cráneo. Así como se desprende, poco a poco, la  serpiente de la piel escamosa cuando se muda, se desprendía mi mundo del mundo  real, se transformaba en una película paralela con la consistencia del sueño.
Fueron momentos 
en los que mi erotismo no había salido de la fase de inhibición  aunque, eso sí, con ausencia total de agresividad. Todo era paradójico,  irresoluble. Buscaba en los libros y en los álbumes de arte pasajes eróticos y  desnudos, pero, por otra parte, algo en mí se oponía a estos impulsos  primitivos. 
Llegué a creer que yo era completamente distinta 
a las demás chicas -y realmente lo era- que el amor y todo  lo que de él dependía no era para mí, que yo iba por un camino que podía  llevarme más lejos a condición de vivir en un mundo distinto: El Mundo del  Ápex. 
Más aún, 
a través de esa tendencia a absolutizarlo todo que sentía  entonces con tanta intensidad, empecé a pensar que era precisamente el erotismo  lo que impedía a los hombres de este planeta se realizaran, que el amor –y por  tanto la mujer- eran las causas de tal banalización, de tal fracaso. 
Durante muchos años después, 
en aquel estado de extrañamiento –y de insensibilidad del  cuerpo- que he intentado sugerir aquí, me fabriqué un monstruoso sistema de  ideas a este respecto: El apasionante Mundo del Ápex.
                                                                                                                            Johann R. Bach

 
No hay comentarios:
Publicar un comentario