BARCELONA NACIÓ CON LOS GRANADOS
Barcelona nació con  los granados,
entre alegres flores  fucsias como una granada de astros.
y  daban vida. El delta del Llobregat procuraba  reposo, agua y terrazas sobre el mar a familias púnicas enteras resguardadas  por murallas de montañas inexpugnables.
En sus tierras  fértiles crecían sin dificultad las verduras, los higos maduraban como los  versos y los campamentos reían ajenos a la batalla de Cannas. Los elefantes,  verdaderos artífices de las victorias cartaginesas también descansaban a  orillas de los ríos prepirinaicos. 
Desarrollaban tareas  agrícolas, domésticas y pacíficas. Gozaban como niños de baños diarios, y  juegos infantiles; se adormecían con la música de las olas y el olor a vino de  los soldados. 
Entre los fermentos  de sus enormes excrementos usados como el mejor abono, una semilla blanca que  en su origen tenía el mismo color de sus flores, surgió una planta  extraordinaria que viendo la luz del mar decidió crear sus propias  colonias.  
Ahora, después de  más de dos mil doscientos años ninguna necesidad tiene el granado que venga de  tan lejos y me detenga a contemplarlo en su milagro, a que admire sus hermosas  flores fucsias.
Nada es necesario  para el granado salvo la luz, la noche, el agua, los fermentos, la brisa  mediterránea y el vuelo de las abejas; y…, el ritmo marcado por la rotación  incesante de la tierra.
Para ser, el granado  no necesita que me detenga a contemplarlo. No mora el Punica granatum en mi  palabra. Mi palabra es lenta, sólo evoca un granado que florecía en Cadaqués  junto al mediterráneo. 
Existen una avenida  que va a Roma y una ventana que da a la playa para guardarlo, y en mi memoria  avenidas de diáfanos cristales por donde llegó el granado de Amilcar Barca que  contemplo.
Barcelona nació con  los granados,
entre alegres flores fucsias  como una granada de astros.     
                                                                                         Johann R. Bach                   

 
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