EL MONÓLOGO DE PAUL  LAFITTE
Pocas noches de lunas me gustaron 
durante mi encierro en ese humilde cobertizo. El alfabeto de las  estrellas que silabeaba cuanto me permitía el cansancio del día y del que  sacaba otros conceptos y otras esperanzas me indujeron a escribir.
Pocas noches de lunas me gustaron,
sin embargo, fueron suficientes para grabar en mi memoria la  conjunción, como en un eclipse de sol, la tristeza, la soledad y la esperanza. 
¡Suba abuelo! ¡Suba al camión!
Comprendo muy bien que no quiera abandonar su querido pedazo de  tierra, pero piense que gane quien gane esta guerra su jardín de alfalfa y  trigo será confiscado; gane quien gane esta guerra le enviarán a un campo de  concentración el tiempo suficiente para debilitar su vigor y los nuevos  propietarios de su hacienda se habrán consolidado como personas honestas.
¡Suba abuelo¡!Suba al camión!
Su verdadero tesoro son esas tres orgullosas margaritas que lamen sus  propias heridas para que cicatricen pronto. Derrochan amor porque es su única  oportunidad de sobrevivir.
Lo peor de la guerra está aún por llegar:
las fuerzas de ocupación violaran a millones de mujeres;  encarcelarán  y torturarán a millones de  hombres por el sólo placer de verlos sufrir;
En los países vencedores la vida no será mejor: 
en las calles de París, por haber dado amor a soldados enemigos, se  arrastrará a miles de mujeres desnudas, rapadas e insultadas; se les duchará en  pleno invierno con los hidrantes públicos a los que sólo tienen acceso los  bomberos.
Los pequeños países
serán borrados de los mapas y sus lenguas prohibidas durante decenas  de años o quizá siglos y las bocas de sus habitantes serán tapadas con la  palabra libertad; en nombre de la democracia se les condenarán a ser ciudadanos  de tercera y miles de funcionarios serán expulsados de sus puestos: los  alguaciles ya no hablarán la lengua de esos sacrificados lugares.
¡Suba abuelo!¡Suba al camión!
¿Quién enseñará a sus hijas, aunque sea de forma parcial, a regar los  campos?¿Quién les enseñará a sortear las dificultades que se le vienen encima?
¡Suba abuelo!¡Suba al camión!
Se hace tarde y las princesas no deberían ver el infierno que nos va a  caer encima. Le necesitamos para que nos conduzca por los caminos que sólo Vd.  conoce palmo a palmo; le necesitamos para que nos aliente con su sabiduría;  para que con sus palabras crezca nuestra esperanza; le necesitamos para  sobrevivir.
¡Suba abuelo! ¡Suba al camión!
¡Coja el volante y no pare hasta sacarnos de este mar de fuego y odio!
                                                                  Johann R. Bach

ale_cuelebre@hotmail.com
ResponderEliminar22:33 (fa 14 minuts)
!Qué suba el abuelo!!Qué suba al camiòn! !Coja el volante y no pare de sacarnos de este mar de fuego y odio!"
El monólogo de la resistencia, el recuerdo de Paul Lafitte. Tan verdad como conmovedor*!*!!!!!!******
¿LA PROPIA REALIDAD? uN ABRAZO.
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