PORT  VENDRÉS
Envuelta en frío 
caminé ayer por la playa, los árboles del paseo marítimo y los  mástiles del puerto temblaban con el viento.
Hubo momentos 
en que tuve que caminar de espaldas al viento y me guiaba en medio de  la desnudez hacia la añoranza cerca del fuego.
Desde la ventana del hotel vi, 
al otro lado de la calle, unos hombres agazapados detrás de un camión,  como fabulosas estatuas, sin lucha, inmóviles, como árboles abatidos por el  viento y por el fuego.
Siempre ha sido así en Port Vendrés.
Está lejos de mí 
toda fragancia de naranjales en fruto, pero nada temo a la noche, ni  al viento.
El sueño, junto a Cassia, 
esconde una nostalgia desgarradora; sólo su compañía me libra al  amanecer, de un alba engañosa de fríos y oscuros pensamientos.
Cuando me despierto 
alargo mi mano hasta tocar la suya.
Siempre ha sido así en Port Vendrés.
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París era, en sí mismo, 
una realidad que parecía someterse al mito del eterno retorno como la  necesidad de un baño esa necesidad de volver al agua, al lugar de donde hemos  partido.
Fuéramos donde fuéramos, 
al final siempre volvíamos a Paris, siempre al número 13 del Boulevard  Raspail, siempre a la casa de huéspedes de Clementine, siempre a aquellas  habitaciones rojizas para tener un sitio del que partir de nuevo.
Para aquellos que se obsesionen o simplemente se pregunten quién fue  Raspail les diré que yo me topé con ese nombre mientras leía un libro sobre  ecuaciones cuánticas. Raspail, joven revolucionario implantó la teoría celular  en biología. Además del Boulevard Raspail, su nombre se encuentra en multitud  de ciudades, entre las cuales no podía faltar una plaza en el contestatario  barrio de Gracia en Barcelona.
La misma casa, sin embargo, no sería la misma sin aquella dulce dama,
a veces callada, a veces parlanchina sobre cosas que no tenían nada que ver con
la conversación: eran viejos recuerdos, deformados por la lógica de la
nostalgia y del sueño, tan rotundos y coherentes que bien podrían ser poemas
ensartados como perlas en fino hilo de platino del silencio.
Sus ojos se abrían de par en par como si hubieran descubierto un
misterio y en ellos brillaban las lucecitas de las velas que, después de
pasarse el fuego unas a otras, adornaban la mesa todas las noches.
                                                                                    Johann R. Bach
XANA GARCÍA
ResponderEliminar19:08 (fa 46 minuts)
"La misma casa, sin embargo, no sería la misma sin aquella dulce dama, a veces callada, a veces parlanchina sobre cosas que no tenían nada que ver con la conversación: eran viejos recuerdos, deformados por la lógica de la nostalgia y del sueño, tan rotundos y coherentes que bien podrían ser poemas ensartados como perlas en fino hilo de platino del silencio.
Sus ojos se abrían de par en par como si hubieran descubierto un misterio y en ellos brillaban las lucecitas de las velas que, después de pasarse el fuego unas a otras, adornaban la mesa todas las noches."ESTO ES LO QUE ME FALTABA Y COPIE -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Clementine sin miedo ,el frío,la terrible nostalgia,la necesidad de la mano de Cassia para no amanecer entre oscuros pensamientos,pero sin miedo. La casa del Boulevard Raspail,(el lugar para partir de nuevo)ahora no será la misma sin ella después de descubrir el misterio de sus ojos.Triste,pero lleno de emocionante luz como la que adorna la mesa todas las noches,su recuerdo.
_La Plaza de Raspail en Barcelona es muy,muy ,"gipsy";)))