AGNÉS  LA PROFESORA DE INGLÉS
El consuelo que Cassia le dispensaba a Agnés
se mostraba insuficiente y por ello la joven profesora se volvió a  encerrar en su habitación. Recurrió a una estratagema que había utilizado  muchas veces para tranquilizarse: dibujó con la pintura roja de un pintalabios  un círculo sobre el espejo de la puerta del armario.
Se miró intencionadamente 
en aquel óvalo del espejo en la puerta de caoba, abriendo sus  brillantes ojos sin lágrimas. Autorretrato. Un autorretrato en el que se  mostraba cautelosamente atenta, flaca, no muy alta, de nariz estrecha y boca  burlona. Su largo y abundante cabello oscuro, aunque con brotes rojizos. 
Sus ojos eran rasgados y de color negro, 
y refulgían bajo sus cejas triangulares. Su tieso mentón era limpio y  redondo y (quizá también) algo pequeño. Hondos arroyuelos que nacían a ambos  lados de la nariz discurrían hasta más debajo de los labios lo que indicaba una  cierta discrasia grasa y justificaba su frilosidad.
Los labios, finos, 
estaban suavemente veteados de densas arrugas verticales –denominado  ese detalle eufemísticamente "código de barras". Detrás de su cabeza, los  rombos brillantemente iluminados del papel de la pared descolorida colgaban  como el traje raído de un arlequín. 
Apaciguada por la creciente embriaguez 
al ver su propio rostro relajado, Agnés apagó la luz, descorrió luego  la cortina por la parte del radiador eléctrico y abrió la ventana. Una  desbordante oleada de olor a almendras amargas irrumpió con el aire frío y  húmedo de la calle, donde el radiador apenas había logrado rematar ningún  cambio en la frialdad habitual. Sacó una mano hacia la noche en calma y creyó  sentir una tenue lluvia brumosa. 
Escuchó. 
Persistía un sonido espantosamente familiar: el murmullo de las gotas  de agua del tejado al caer sobre el balcón. Las nubes debían haber cubierto por  completo el cielo privando a la noche de su luna. Cerró la ventana y se  desplomó sobre la cama y se quedó profundamente dormida al instante, dejando  encendido el radiador. Cuando despertó por la mañana, alguien lo había apagado.
                                                         (de la novela "Dibujos y Paisajes de Cassia")
                                                                                       Johann R. Bach.

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