EN EL  SILENCIO DEL PLÀ DE LA CALMA (fragmento)
Nadie hubiera creído  lo que vi 
cuando, insomne en  aquel Pla de la Calma, salí fuera de la borda donde nos habíamos refugiado de  la tormenta de granizo.
De explicarlo 
me hubieran tomado por  el mismísimo Diablo ya que las sospechas nunca significan para los humanos un  designio positivo.
Abandoné el calor de  mi saco 
y el blando colchón de  paja de aquél refugio de piedras hábilmente colocadas por algún providencial  pastor, salí como la aurora al campo completamente blanco. El granizo lo cubría  todo con sus granos esféricos llenos de gotitas de aire, caminé ligeramente  para no enfriarme.
Junto al camino 
había una enorme  encina que parecía haber sobrevivido a los vientos de aquella meseta que  parecía rozar el cielo. Me apoyé en ella y vi aquello que nadie hubiera creído  que vi: Sintiendo que la temperatura del aire mejoraba todo parecía como si de  repente hubiera entrado en los confines del Edén, en donde un deleitoso  paraíso, en aquel momento más cercano, coronaba con su verde vallado como un  rural baluarte la planicie de un erial escarpado -limpio ya del granizo caído-,  cuyos bordes hirsutos de crecidos matorrales y espesa salvajez, negaban la  entrada. 
Pensé si estaba  soñando 
con el Valle del  Silencio situado a los pies del pico Aquiana, en los Montes Aquilanos  de la Comarca de El Bierzo en León. En la cima de aquel  paisaje crecía insuperable una umbría de gran elevación. En ella estaban  situados casi geométricamente cedros, pinos, abetos y copudas palmeras  combinadas con castaños, cerezos, almendros, granados y naranjos.
Era  un auténtico y bucólico escenario 
y a  medida que sus ramas subían superpuestas, de sombra sobre sombra, se ofrecía un  boscoso anfiteatro de una majestuosa visión. Con todo –seguí grabando en mi retina-,  por encima de sus copas surgían unos muros secos de piedra que parecían  proteger bancales de dorados olivos, de verdor y de belleza llenos.
Y  por encima de aquellos muros 
se  veía una hilera circular de los mejores árboles, cargados de los más bellos y  desconocidos frutos, flor y fruto a un tiempo de doradas tintas, mezcla  esmaltada de alegres y diversos colores; en los que el risueño sol imprimía sus  rayos con más gusto que sobre nubes de una hermosa tarde en aquella meseta del  Plà de la Calma,o sobre el arco iris cuando Dios ha rociado la tierra con la  lluvia. 
Tan  hermoso el paisaje parecía 
que  casi me olvido de mis compañeros empeñados en la prolongación de sus sueños en  un campo helado por el granizo en aquel gris amanecer. Si les hubiera contado  lo que vi…
Si  les hubiera contado 
que  me topé, frente a frente, con una dama que, con tan sólo un velo turquesa  cubría su cuerpo; si les hubiera contado que, acercándome a ella sentí en el pecho  una suave oleada de calor y unas corrientes eléctricas que partiendo de mi bajo  vientre alcanzaban mis pezones; y, que llegué incluso tan cerca de ella que sus  labios rozaron los míos…
¿Cómo  explicarles que me dijo 
"buenos  días, que Dios te bendiga querida"; y, que así se borró de mi retina o del  paisaje? ¿Qué hubieran pensado si les hubiera relatado que tan cerca había  estado de su cálida respiración –suave boca, manos y cabello-, que sentí por  primera vez en mi cuerpo aquella sensación en la que una mujer cree que ha  tocado el cielo con la mano?
                                                                     Johann R. Bach

Seguramente en un principio lo tomarían a locura , pero luego en sus adentros te envidiarían >_<
ResponderEliminaryo hago el Camino de Santiago, parte, todos los años y en la Comarca del Bierzo, he visto esos paisajes tan hermosos, desde Vega de Valcarce a Cebreiro. Inmensa la naturaleza, y topando con pocos paisanos.
ResponderEliminarCOMENTARIO DE XANA
ResponderEliminar!!Qué descripción de la naturaleza!!Es fácil al leerte tocar ,también ,
el cielo con las manos