EL CICLO DE LAS SIETE VIDAS
Exhausta de tanto girar,
la tierra, mortificada por tan frenético desasosiego, ansiando perfilar el dolor circunferente –la vertiginosa llanta a toda velocidad-
hacia el centro inanimado del tiempo
y allí reposar, nuestro planeta debe ir de agonía en agonía contrayéndose, hasta volver al núcleo del níquel líquido.
Y por fín
nuestro planeta puede encontrar reposo, quedar en calma, agazapado en el diamantino núcleo de nuestra Galaxia:
cumpliendo su voluntad en lo inmutable.
Pero la consumación
de nuestras siete vidas avanza en una marea de lento olvido, hasta que la llama asustada despierte del sueño de su calmo resplandor y
se incendie de nublada pasión y dolor,
no sea que, al olvidarlo todo
en la calma, fenezca.
Pues mientras arde la vida
y se angustia se aviva, engendrando una vez más el ciclo que añora –aquejada de su velocidad- la espantosa quietud
del núcleo de carbón helado
y de la cadena de fuertes enlaces iónicos de metales preciosos.
Y así una vez más girará nuestro planeta
hasta cesar en su angustia en la férrea angustia de la fijación, hasta que otra vez la llama de la vida se expanda a lo infinito,
sumiéndose en el sueño luminoso
de tan vasta e inconsciente paz.
Siete, siete vidas hemos de pasar.
Johann R. Bach
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