2 abr 2014

Quizá deba hacer como la cariátide que pasó de las cornisas y huyó. Esta noche pensaré si este poema es el último que cuelgo en la red

LA HUIDA DE CARIÁLILA DE ATENAS

 

Yo, Cariálila de Atenas,

me escapé –siguiendo el exhorto de los poetas-  a medianoche, mientras la luna danzaba con la hermosa y más extraña luz.

 

Os acordáis del Poema “Cariátide”;

cómo me apremiaban:

 

“¡Cambia de piel!

¡Escápate de la piedra!¡Haz añicos la cavidad que te subyuga! Huye exaltada a los campos, despierta y llévate contigo los besos que durante siglos te han regalado y ríete de las cornisas.

 

Escupe

sobre esa castrense fila de columnas: manos de ceniza a golpes muertas las alzaron temblorosas hacia cielos encapotados que soltaban poco a poco sus lágrimas.

 

Derriba

los templos ante las nostalgias de tu rodilla en la que el color pálido delata su ansia.”

 

Sí, sí. Soy aquella cariátide

a la que los poetas aconsejaban la huida, el pasar de las cornisas… cabalgar en el viento… libre.

 

Fue –la noche de mi huida-

durante el comienzo del solsticio: como adormilado pastor en su lecho de pasto gigante (¡de paja, vamos!) tumbado a su gusto,

 

y levanta los pesados párpados

 

y empieza a ver murmurando

“que espera ser perdonado” en el momento que la luna se halla en su mayor resplandor en el cielo,

 

emprendí mi camino,

pero no dejé de mirar tras de mí la sagrada hilera de columnas magníficas en el aire ligero,

 

lanzando desde el mármol de Paros1

su sonrisa gemela a las lejanas olas que allí centelleaban, y cuidando a la joven colina, en su guarida.

 

Ya no sentía lástima

de las compañeras que habían muerto en aquella superficie pavimentada de astros, como si hubiesen caído

 

a través del aíre de ébano,

plateando el sudario de su propia vestimenta… adornando después las moradas del cielo.

 

Aún tuve tiempo de ver como una cúpula,

que descendió del cielo unida por su luz, se asentó suavemente sobre aquellas columnas cargadas de gracia femenina igual que una corona;

 

Como al ver un paisaje 

a través de una ventana hecha de un diamante redondo dando al exterior, hacia el aire purpúreo,

 

sentí tristeza.

Pero la decisión estaba tomada.

 

Mientras huía

noté la presencia de los ojos seráficos de los pilare en medio de la oscuridad de este mundo;

 

ese verde grisáceo

que la naturaleza prefiere para tumba de la belleza oculto en cada cornisa, en torno a cada arquitrabe…

 

y los querubines

que, allí detrás de ellas esculpidos, atisban desde su morada marmórea parecían terrestres en su nicho a la sombra.

 

¿Estatuas aqueas en un mundo tan rico?

 

sentí tristeza.

Pero la decisión estaba tomada. El ladrón de mis sueños me esperaba.

 

                                                  Johann R. Bach

                                                                       

1.        Un tipo de mármol de grano fino, semitranslúcido y de un color blanco puro que se extraía del monte Parpessa en la isla griega de Paros. Se utilizó ese tipo de mármol en la famosa Victoria de Samotracia.

 

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