RUMOR DE CEREZAS
Me puse mi traje  de alférez, 
por las calles  oía un rumor de cerezas, 
todos al pasar,  me miraban extrañados. 
Tal vez sólo  fuera por mi uniforme, 
pero dentro de  él iba mi cuerpo 
que lo animaba…  Sí, lo movía 
al ritmo del  rumor de cerezas. 
Todos me miraban  con hostil ternura.
¿Era debido a la  metamorfosis 
que muta un  estudiante a soldado?
Tal vez, sólo  fuera esa marcial 
canción del "Tiempo de Cerezas".
Pienso  en el Arcipreste. 
Me  lo imagino hablando de mí: ¡que sí! ¡que sí! que es un buen chico…, su talento crece  día a día…, siendo aún estudiante ya es alférez... y, aunque todavía es pronto  para que su carrera se consolide hay que esperar que así sea pues si hoy el  cielo está rojo y soplará el viento… nadie puede predecir que no lloverá.
Releo  la última carta de Espe. Cree que todo el mundo en Mallorca está de vacaciones  y me conmina a pasármelo bien. En el fondo le agradezco que intente distraerme…  borrándola de mi memoria.
En  la Plaça Gomila me he topado 
con  Jaume compañero de la Facultad. Su destino es de lo más tranquilo: está de  guardia en un faro. "Todo el día pescando -me dice- y leyendo en la playa". Muy  bronceado por los baños de sol, en mitad de su labio inferior había puesto sus  raíces una enorme fisura producto del exceso de sal. Al llegar a mi despacho en  el hospital me he mirado en el espejo y a diferencia del Jaume, mis gruesos  labios siguen intactos, aunque las bolsas que tenía bajo los ojos también han  desaparecido debido a la deshidratación. En su lugar una pequeña porción de  piel arrugada aumenta esa cierta tristeza que me invade.
Me  gustaría poder decir 
que  el mar me abrió los ojos y que vi en él cuan bella era la vida… y todo lo que  de ella podría esperarse… y tantas y tantas otras cosas de una manera sencilla,  alrededor de una mesa, con un platillo de aceitunas rotas.
Me  gustaría decir que en Mallorca 
vi  crecer la vida y que mi deseo de sentirla subir bruscamente por mi cuerpo como  una parra loca se había materializado y que vi pinos, y en los pinos pájaros.  Sí, todo eso en lugar de la realidad del barro mezclado con el aire que me  penetraba la boca y que por mis pupilas no entraba el cobalto de luz alguna.
En  Mallorca no llegó a mi alma la alegría insólita que despierta el nombre de la  isla, la alegría absoluta, en el mediodía aquel -aquí los pinos, allá el mar,  la novedad del mundo, la sorpresa del aire huracanado sobre su "Serra de  Tramuntana", una fiesta descomunal cargada de música discotequera y cerveza  derramada sobre sus playas con los cinco sentidos contentos, la gran fiesta de  vivir. Sí, sí -se decía- vivir el verano en Mallorca es una fiesta en la que  revienta la luz, donde se rompen los cristales de las botellas como celebrando  aniversarios, un mundo donde no cabe más alegría, donde, en medio de un mar  homérico todos se hacen obsequios, se dicen tiernas palabras al oído, bailando…
Desde  lo alto del Castell de Bellver, 
donde  el día era mediodía, la noche aún mediodía y las tiendas no cerraban nunca con  los televisores llenos de sol, no vi que viniera a caballo Jaume I, ni en Manacor  eran las ostras las que fabricaban las perlas, ni tampoco vi en las calles de  Valldemossa el encanto nuevo del pecado. Aunque sí era cierto que sobre los  autobuses que iban llenos de gente a Deià había músicos soplando instrumentos.
Sólo.  Sin principios. Como si esperase que cayeran de las nubes, viví de una manera  inexacta, exenta de simetrías euclidianas y de geometrías variables, como  preguntándome qué era lo que no funcionaba en mi hipotálamo. 
¡Si  por lo menos estuvieran 
aquí  mis Tres Diosas…! 
Había  llovido y el día era un día de derrota: Un perro callejero bebía agua en un  charco y me recordaba mi propia sed. Enfermo de amor en primavera…, harto de  ver raíces de pinos en la playa de S'Arenal, una mariposa en secreto escuchó el  eco de mis pensamientos.
Escuchó  como daba gracias a la Nada por sus espejismos, por su manera de fantasear  vistiéndose con trajes vistosos, disfrazándose de ellas. Escuchó también aquel  bello insecto de coloreadas alas que recuerda al gusano moteado de colores  vivos que merodea en torno a la ruda, como le recriminaba su sevicia sin causa  porque nos da a saborear el amor, por ejemplo, para convertirlo finalmente en  odio o, en el mejor de los casos, en indiferencia; el vino acaba siendo  vinagre; la vida en una lamentable desaparición de la escena.
De  todas formas, la mariposa, 
asombrada,  por mi agradecimiento a la Nada porque casi consigue que sea el corazón aquello  que en los dibujos de la facultad tenía dos aurículas y dos ventrículos dotados  de válvulas… tricúspide, mitral…, se levantó con movimientos irregulares llenos  de volátil belleza, y, no pudo escuchar mi agradecimiento a Espe por el  silencio, ya que repudio todo escándalo, excepto la luz de las campanas, flor  del ruido.
Tampoco  pudo escuchar la mariposa 
mi  agradecimiento por las playas desconcertantes, contradictorias y, a menudo  solitarias, proclamando que no se puede nada contra el mar, única criatura que  comprende la noche y sus mareas.
Mi  agradecimiento no se extingue 
con  un último detalle, sino que es un continuo infinito… y toda la luz que  atraviesa el cristalino de mis ojos oceánicos par fijarse en mi retina es  motivo de alegría… es como ir en barco y ver primero el relámpago, luego oír el  trueno, después las nubes como la colosal ilusión del cielo. Dicen que no es  azul, pero podemos ver el imperceptible aire como si detrás estuviera lleno de  arena de cobalto… o como una tela con millones de puntitos turquesa.
                                                          Johann R. Bachg

 
¡Hermosísimo!
ResponderEliminarAgradezco hayas compartido tan hermoso texto.
¡Felices fiestas y gracias por estar ahí!
Abrazos inmensos
Gracias por tu comentario Rosa Mª.
ResponderEliminarIgnoro qué puede conmocionarte o emocionarte de mis novelas pues me consta que escribes tú también y que sigues múltiples blogs de poesía. Hay quien dice que mi literatura se parece a lo que escribiría un niño de este siglo. Y la verdad todo es sorprendente, todo lo que llega a remover un escrito lanzado al éter saliendo de ese Gran Baúl de Google.
Un abrazo y Buenas fiestas.