14 oct 2016

“La música de aquella discoteca era fascinante, como vidriosa, con una percusión que iba al mismo ritmo que los latidos del corazón


EL VIAJE DE CASSIA

Poco después de llegar a esta Casa de Huéspedes
yo ignoraba que Cassia era dibujante y que, a pesar de su juventud, sus paisajes ya eran auténticas obras de arte. La misma noche en la que nos conocimos estuvimos de charla hasta las cinco de la mañana. Clementine dormitaba en una mecedora al fondo de la sala y a pesar de la acumulación de trastos por todas partes y polvo antiguo escribí estas notas en mi cuaderno:

"La música de aquella discoteca era fascinante,
como vidriosa, con una percusión que iba al mismo ritmo que los latidos del corazón de y Cassia sintió que su respiración se aceleraba. Intentó respirar más lentamente y pronto tuvo la sensación que sólo vaciaba de aire sus pulmones y no llenaban acompasadamente. Era como si hubiera salido del local y atravesara un paisaje, como si flotara sobre un paisaje de sonidos rítmicos. Si cerraba los ojos, veía dibujos de colores que se abrían como si fueran flores o delicados abanicos japoneses".

"Los dibujos eran deslumbrantes de puro magenta
ribeteados de vivas líneas amarillas y anaranjadas. Parecían granadas maduras medio abiertas. Era todo hermoso y Cassia inconsciente de lo que sucedía realmente a su alrededor se encontraba muy bien, sin embargo, al abrir los ojos le pareció que miraba por un tubo oscuro un túnel largo de paredes violeta".

"Algunas parejas de jóvenes cogidos de la mano
iban delante de ella incluso alguien le tendía la mano para ayudarla a cruzar aquel fractal de un mundo húmedo. Vio gente que abandonaba su posición de "sentados" y se levantaba, pero la música no había parado de sonar. ¿Por qué han apagado –se preguntaba Cassia- las pocas luces de la sala? Volvió a cerrar los ojos".

"Al fondo del túnel se veía una luz de color azul pastel
que parecía una salida y poco a poco el frío iba calando sus góticos huesos y sentía como se le enfriaba, fatalmente, también su cerebro. Los colores desaparecieron. Todo era oscuridad y Cassia experimentó los últimos temblores en un planeta que ardía consumiendo todo su oxígeno".

                                                                           J. R. Bach

13 oct 2016

Anèmica luna plateada flotas sobre un mar en calma.


NOCHE DE ESTAÑO LÍQUIDO

Anémica luna
plateada flotas sobre un mar en calma.

La vida calla y un silencio de vidrio
que surge con las luces de las ventanas congela el gesto

de una noche frágil
que ha sufrido horas y horas el estaño líquido –riqueza para Catalunya.

El aire permanece quieto en El Maresme
solemne y denso.


12 oct 2016

Desearía, Cassia amor, que salieran todos de esta memoria evocadora con su amor,


LOS AMANTES DE ERMESSENDA

Aunque sobrepasé largamente el número de dieciocho
–los hombres que de promedio experimenta sexualmente una mujer moderna- te cito aquí, Cassia amor, algunos de mis amantes.

Aquel Sebastián que no dejó de ser mi amante:
su alma me abandonó un día mientras estaba sentado en la acera con un ataque de esquizofrenia definitivo.

Augusto se fue con otra mujer llena de joyas;
no pudo renunciar a su deseo de ser rico. Un ataque de apoplejía lo condenó a la prisión de una silla de ruedas.

Narciso, el más ególatra de todos,
consideró que era demasiado madura para él: no soportaba mis ideas distintas e independientes; se fue, como era de esperar, tras las faldas juveniles y fáciles. Fue uno de los pocos que, al abandonarme, me alegró la vida.

Carlos… era buena persona.
Quería hijos que no pude darle. Jugó como un niño a nada y tuvo suerte: volvió a la casa de sus padres donde le ofrecían todo cuanto quería.

Casimiro… que no regresó jamás
de una guerra que no era la suya. Lloraba ante la imagen de un niño hambriento y se olvidaba de yo también necesitaba sus atenciones.

Alejandro prefería la compañía de su fiel podenco.
Sólo se preocupaba de pasear por el parque con su querido can. Encontró una compañera que vivía entre dogos. Era el gran amigo de los animales.

Antonio… fue el mejor de mis amantes.
Aún le llevo flores a su tumba y así converso con mi muerte porque me lo disputa hasta la tierra. Era piloto de coches de carreras.

Pablo… uno a quien nunca quise lo bastante,
obra de sueño, conjetura, pero una buena máquina de amar. En sus labios carnosos se acumulaba la tensión, el placer y el dolor de no comprender que todos somos humanos.

Serafín me fascinaba con sus pinturas al óleo
y me halagaba su mirada sobre mi cuerpo desnudo al posar para él. Yo era sólo su modelo. Fue él el que me enseñó a contraer la musculatura vaginal.

Alcestes, el relojero,
era meticuloso en todo lo que hacía, especialmente en el vestir y en el cuidado de su cuerpo, pero era tan tacaño que hasta el semen se guardaba para él.

Daniel, el más joven de todos.
La ingenuidad de sus quince años me excitaba sexualmente hasta el delirio. Tuve el inmenso placer de ser, además de su primer amor, la diosa iniciática (deseo que todas llevamos en secreto), la Maestra de sus Sueños.

Desearía, Cassia amor,
que salieran todos de esta memoria evocadora con su amor, pues tengo frío ahora. Y me gustaría que supieran todos, que los llevo de la mano. Sus sombras estallan como un mito de vez en cuando aquí en esta Casa de Huéspedes pues fueron lo bendito hombres que, con sus virtudes y defectos, me sirvieron de aprendizaje en la vida.

Ya ves mi amor, heme aquí

en esta Casa de Huéspedes abrazándote con mis brazos de ahora y mis huesos saben que vuelven a estar juntos, junto a los tuyos y que ya no volveremos a tener frío en estas largas noches. Sabes que mi amor no entiende la palabra desaparecer como sinónimo de muerte; para quererte siempre no me necesita a mí.

                                                                                        J. R. Bach


Sólo una gran voz poética, apenas endurecida, demasiado sensible, aprende con los años precisos


UN BRINDIS POR LAS IDEAS

Nunca es triste la verdad
lo que no tiene es remedio.
                                                                                  Joan Manel Serrat

Comentario de Ermessenda:

Sólo una mujer que ha querido tener una buena educación sentimental es capaz, con la ayuda en este caso de la segunda piel de poetisa de proferir verdades tan agobiantes.

…………….  ……………….   ………………..   ………………..   ………………….  ……………..

Nadie en estado de sobriedad permanente
pudo nunca ser genial.
                                                                                  Platón

Comentario de Ermessenda:

Hay que reconocer en esas locuras transitorias,
en ese "dejarse ir" un desafío a la misma muerte que la muerte acepta de buen grado, como acepta el trueno.  

……………….   …………………   ………………..   …………………   ……………….  …………….

El poeta siempre se ve él mismo un poco viejo.
En realidad la poesía no es nunca un arte de juventud;
es verdad que nos matan los dolores;
son al mismo tiempo ceniza y brasa.
                                                                                J. R. Bach

Comentario de Ermessenda:

No hay trampa: será preciso que el verdadero amor, la más perfecta de las ideas (el último amor, que siempre es el más fuerte) nos sitúe ante la encrucijada fatal.

No son las noches, en la edad madura,
concursos de mentiras en la cama; desarmadas van las almas al campo de donde no volverán; justo en la época que ir a la vida es ir a Casa.

Sólo una gran voz poética,
apenas endurecida, demasiado sensible, aprende con los años precisos que la vida iba en serio. Una poetisa sabe que vive y vivirá a caballo de recuerdos fragmentarios que de ella tienen y tendrán los que la convoquen y la resuciten (le recuerdan sus amantes, porque a retales, fue inolvidable).

Hacia la elegía vamos:
la madera no implora piedad; redimirán la luz y sus flores blancas los almendros; besos (de las rosas jóvenes del viejo rosal) a nuestros seres desaparecidos, que se marchitarán sobre el invierno perenne de las tumbas;

el olivo ya hace siglos que aprendió a ser paciente.

                                                                                                              J. R. Bach

10 oct 2016

No devolví jamás aquella llave de culpa y felicidad.


EL DICCIONARIO DE ERMESSENDA

El diccionario fue para mí,
durante toda la vida, el Libro Sagrado. Envejecimos juntos. Ahora decir eso parece una tontería,

pero en aquellos años
agenciarme con aquel maravilloso Libro sustrayéndolo de la sacristía de la iglesia era casi un crimen.

No devolví jamás
aquella llave de culpa y felicidad.

En los ratos que mi hermana no me maltrataba,
me enseñaba el manejo del orden alfabético para manejar los secretos de los mayores.

Apenas había salido del laberinto
de las preguntas infantiles:

Cuando yo sea grande
y tú seas pequeñas… ya verás. Ella reía.

A veces la cosa era más sería.
Al descubrir lo que era morir y ser enterrado las preguntas tomaban otro cariz:

Si el enterrador es el que entierra a los muertos
¿quién enterrará al enterrador cuando se muera? …

¿Cuándo yo me muera ya no seré nunca más? …

Tras aludir a la condición descalza de mi madre,
rendir culto a la autoritaria figura paterna –en una comarca de coleccionistas de lindes, veíamos a pocos hombres con la altura de su serenidad- y a mi tía la maestra del pueblo, enferma de amor hasta encontrar descanso en la demencia.

Fue ella, mi tía, la que me introdujo en la lectura
de historias de carpinteros alegres, campesinos apacibles y muchachas rebeldes que en su vida todo era pureza y banderas ensangrentadas como, por ejemplo, Juana de Arco.

Me hizo prometerle
que cuando muriera arrojara a puñados sus cenizas a los lindes de otras tierras. A cambio le diría a nadie que había sido yo la que se llevó el diccionario de la sacristía.

Así que no devolví jamás
aquella llave de culpa y felicidad. El diccionario envejeció conmigo…

                                                                                 J. R. Bach

9 oct 2016

Bautizan a los frescos labios rojos con el nombre de hojas de viña de octubre;


EL SURREALISMO DE ERMESSENDA

Es cierto, ya no bastan cuatro frases hechas
para nombrar llamas de vela a las estrellas.

Dentro de las cancelas cerradas en la amarilla llama del mediodía -cuando callan las estatuas y los mitos aceptan- las voces se agitan, al principio pura, tranquilamente, y después atronadora por la tormenta y rápidamente en la callejuela junto al bulevar de Pére Lachaise.

Ermessenda y Cassia descubren de pronto los eternos secretos;
por momentos -con naturalidad aplastante- son terribles y temibles como tumbas y poco instantes después de nuevo como tumbas otra vez.

Las dos amigas ignoran el porqué de su afición
a pasear por el cementerio. Como caricias de lejanos y finos dedos llaman a cada cosa por su nombre como jugando con las palabras:

llaman al agua de la fuente, boca;
a los negros y altos árboles de París, desnudos en otoño, solvido;
a la noche entre los andenes del Sena, cordón umbilical; y a los ojos llorosos, "amiga".

Bautizan a los frescos labios rojos
con el nombre de hojas de viña de octubre; a los dientes amorosos, pesadilla; a los purpúreos lechos de amor, abismos;

a las negras aguas del puerto de l'Arsenal, lámpara;
califican a las anclas enmohecidas treno del sueño;
ponen alas de colores a la triste mirada de Orfeo
y en sus manos (de Orfeo) ponen abanicos,

desgarran  sus encendidas faldas trapos de cocina;
adornan sus cabezas con encajes muy delicados
(en el pecho de Orfeo clavan banderas);

echan en el caos de los oráculos, sangre;
y tienden los gayumbos (calzoncillos) de Niko
junto a los espectros blancos (camisetas)
que ahuyentan a los espectros negros.

También las limas (camisas) y picantes (calcetines)
de Bruno adornan junto a sus gerales (pantalones) el tejado
y, vuelven a llamar entre risas a las palmeras tizones;
se detienen con sollozos ante la palabra martillo;

llaman silencio a las "puertas del Monasterio";
en lugar de muerte prefieren decir música en las sienes;
denominan bosque de la noche a sus corazones
y lata y fría tristeza, al invierno.

Es cierto, ya no bastan cuatro frases hechas
para nombrar llamas de vela a las estrellas.
a las que sólo unas curiosas y minoritarias narices
las persiguen como a Venus por el profundo cielo.

                                                            J. R. Bach
                                                     

8 oct 2016

hay una cólera (en Nueva Oleans) en el aire que una madre no puede disipar.


BLUES DEL KATRINA

¡Katrina,

nunca dejaste caer tanta agua
sobre esta ciudad!

¿Qué pretendes hacer aquí, donde es tanta la indigencia y somos tantos los seres que a pesar de todo creemos en la música,

único bien que poseemos,
en esta Nueva Orleans ya llena de penas?

¿Qué vienes a hacer sobre estas casas fantasma,
donde incluso sin tu amenaza nuestra vida siempre peligra, donde vivimos como fugitivos amenazados por el éxodo?

¿Qué has venido a hacer, Katrina,
En esta ciudad donde, cansados y sin coraje, lloramos sus calles inundadas, y asustadas?

¿Qué quieres de nuestros pequeños huertos,
más viejos que el más viejo de nosotros?

¿Tienes algún recado
para las cenizas de quienes hemos resistido, harmónica en mano, a tu huracanada violencia?

¿Por qué interrumpes
la melodía de todos esos viejos en su recordar inacabable? También los niños se han despertado y se sorprenden, y

hay una cólera
en el aire qu Ella estrecha a los pequeños, uno tras otro, en su regazo. Cada pequeño rostro adivina el dolor de después del diluvio.

Había música en Nueva Orleans
y en los intersticios de la muerte antes de tu ira. Sí, mucho antes de tu llegada había ya

dolores de todos los tamaños
y música de blues como única fuente de felicidad.

Ahora ya sólo queda recordar
el crujido de la madera y la oscuridad bajo la escalera mezclándose con las notas roncas de nuestras voces.

Con todo el blues no traza fronteras
ni límites frente al bien y el mal, ni frente a lo desconocido, y sigue ahuyentando a los fantasmas en los espacios vacíos, inundados,

 y a medianoche.

I per què recordo el que sí va experimentar el meu cos i la meva ànima?


OCTUBRE, TEMPS D'ESTIMAR

Qui va esborrar el temps
que em donava el seu oxigen, el que amagava allò no viscut?

I per què recordo
el que sí va experimentar el meu cos i la meva ànima?

Què fa aquí,
en aquesta humil Casa d'Hostes, refrescant-me la memòria sota la lluna d'octubre?

La boira,
el silenci d'aquest mateix moment que no és meu, els teus petons que em rejoveneixen... tot plegat fa que la meva sang bulli de nou.

                                                                                                  J. R. Bach

-Sucedió hace mucho, muchísimo tiempo…


JÓVENES ESCRITORES LEEN A ERMESSENDA

Ermessenda volviendo de un paseo
subió lentamente las escaleras que conducían al piso de la humilde Casa de Huéspedes. Era un hermoso día de invierno y la escritora, como solía hacer, se había puesto en marcha justo después de desayunar, para aspirar oxígeno fresco.

Ya con los pies fríos
se alegró de regresar a su habitación cálida y acogedora. Clementine le abrió la puerta con la noticia de que un joven, a quién ella jamás había visto, llevaba media hora esperándola. Ermessenda, que casi nunca recibía visitas, se dirigió con cierta curiosidad a la sala de estar. Cuando entró, el joven que la esperaba sentado en una butaca se levantó e hizo una reverencia.

Ermessenda devolvió el saludo y dijo:
-Me ha dicho que lleva usted un rato esperándome. ¿A qué debo su visita?
- Permítame que me presente: soy Daniel Duval, escritor.
- Tome asiento, por favor. Me alegra que haya escogido usted la escritura como profesión.

El joven escritor era pálido,
tenía el pelo rubio y liso certificando su predisposición a las afecciones gripales e iba correctamente vestido.

Un grupo de jóvenes
interesados por la literatura descubrimos su "Yo, Marta Guillamon y los Hombres de mi vida".
-¿Cómo?- exclamó Ermessenda perpleja- ¿han leído ustedes mi novela? ¿todavía se leen mis obras?

-Nosotros sí que las leemos.
Y nos enteramos de que moraba en una sencilla Casa de Huéspedes cerca del café donde nos reunimos. Después de esa primera novela descubrimos una segunda "Barcelona nació con los Granados" y luego una tercera "El Arte Gótico de los Huesos". Quedamos maravillados de su forma de escribir,  pues nunca habíamos conocido a un genio tal: una escritora "surrealista de hogaza", que había hecho en este pequeño rincón de París su propia "Cátedra de literatura", junto con un minúsculo y merecido púlpito (Cassia, Clementine y los otros huéspedes de la pensión) que desafía a toda institución universitaria, con la humildad y la extravagancia de quien vive dedicado sólo y exclusivamente a la literatura.

Somos, sí, un grupo de escritores jóvenes
que nos mantenemos apartados del camino trillado. Si le dijera sus nombres, no le serviría a usted de mucho. Esos nombres todavía son desconocidos. Somos creadores de lenguaje, ni más ni menos, y ya llegará nuestra hora.

Ermessenda lo escuchó atentamente
y asintió con la cabeza. Le resultaba todo muy extraño: ¡alguien leía sus novelas! Escritor, escritores, creadores de lenguaje… ¡Cómo sonaban esas palabras! De pronto afloraron en la memoria de la escritora imágenes confusas de días lejanos y personas olvidadas. Nombres y destinos le venían a la mente, y al final se vio a sí misma como una mujer joven, igual que ocurre en los sueños se vio riendo, charlando, se vio como una de las mejores y más altivas escritoras en medio de un círculo de jóvenes que se mantenían apartados del camino trillado y que sólo querían ser escritores. Y dijo en voz alta, como si el joven Daniel Duval que tenía delante hubiera recorrido junto con ella sus veloces pensamientos:

-Sucedió hace mucho, muchísimo tiempo…

Aquella noche no podía conciliar el sueño.
Decidió esperar a que llegara Cassia de su viaje a Dinamarca. Cuando la vio llegar su corazón se aceleró como se le hubiera puesto una inyección de adrenalina iodada. Con los ojos cerrados simulando estar dormida, sintió como se inclinaba sobre ella para besarla. Siguió echada sobre la cama pero sus brazos rodearon el pecho de Cassia. Sintió como ella la acariciaba.

-¿Qué hora es?
Sin responder Cassia le puso una mano sobre el vientre y continuó acariciándola. Ermessenda sonreía. Cuando Cassia deslizó su mano entre las piernas, ella se la sostuvo con firmeza. Aspiraba con fuerza el aire caldeado de la habitación para oxigenarse, le hervía la sangre…

-Dibújame.
Dibújame desnuda como lo hiciste con Clementine.

¡Inmortalízame en tus retratos!

                                                                               J. R. Bach

cielo y tierra parecen haber permutado sus propiedades:

imagen de Michael Cheval

TORMENTA

Parece que vamos a tener tormenta.
Metales y no-metales, mármoles, basaltos y feldespatos están eufóricos y se preparan para el baño.

El viento sopla con ganas de bronca.
La coquilla del cielo se cierra y se acerca; casi se podría tocar su barriga preñada con las yemas de los dedos dando tan sólo un saltito.

Cassia, se dispone a dibujar ese cielo singular,
mira hacia arriba, igual que hacen la ramas desnudas de los árboles, y se sobresalta por la inusitada proximidad de las nubes;

cielo y tierra
parecen haber permutado sus propiedades: el cielo se ha vuelto más sólido que de costumbre mientras la tierra se licúa.

                                                                                      J. R. Bach

¿por qué recuerdo lo que sí experimentó mi cuerpo y mi alma?

imagen de Delvaux de la colección Thyssen

OCTUBRE, TIEMPO DE AMAR

¿Quién borró el tiempo
que me daba su oxígeno, el que escondía lo no vivido?

Y ¿por qué recuerdo
lo que sí experimentó mi cuerpo y mi alma?

¿Qué hace aquí,
en esta humilde Casa de Huéspedes, refrescándome la memoria bajo la luna de octubre?

La niebla,
el silencio de este mismo momento que no es mío, tus besos que me rejuvenecen, hacen que mi sangre hierva de nuevo.

                                                                                                 J. R. Bach

7 oct 2016

Tantas veces va el cántaro a la fuente ...


DOS LEYES DE MURPHY

Ley Vigésimo Octava

Si sueles revolcarte por el pajar
acabarás pinchándote con la aguja.

Ley Trigésimo quinta

Si eres muy bajito al cruzar la frontera
un día u otro algún aduanero te dirá: ¡Alto!

                                                                          J. R. Bach

En preparación "Retales de Algodón" tercera novela de la trilogía "Dibujos y Paisajes de Cassia", "El Arte Gótico de los Huesos" y "Retales de Algodón"


RETALES DE ALGODÓN
Siendo ya más madura
–continuó Ermessenda después de un pequeño sorbo de café- comenzaron a salir voces que pretendían decirme cómo y qué tenía que escribir. Por toda respuesta di mi palabra gratuitamente,

dejé que los críticos dijeran cuanto han dicho; me ofrecieron a cambio pan y aceite, cobre y cobalto además de un código cosido con silencio en sus jardines: pasteles de neón, nada.

                                                                                                                   J. R. Bach

6 oct 2016

Escribir nos da la posibilidad de iniciar un viaje de placer, de vivir la aventura de una edad de platino que no se oxida

¿POETAS EN CRISIS?



Ahora algunos poetas se han caído
de la cómoda cama del Olimpo y comparten con los simples mortales una aventura surrealista: la de escribir cosas orladas de figuras poéticas, imperfectas y sorprendentes, que surgen de la mente de cada uno.

Hay libertad para escribir, lo que no es poco,
para ver un mar de feldespatos, lagos inmensos de azucenas, ranúnculos y caléndulas; para ver personas hambrientas de belleza poniendo a una hija el nombre de Neret; y describir un cielo en fuga hasta llorar de placer.

Escribir nos da la posibilidad
de iniciar un viaje de placer, de vivir la aventura de una edad de platino que no se oxida aunque los agoreros del cambio climático auguren la extinción de las abejas y la muerte de los mares.

Lanther y otros matemáticos
ya han demostrado que el Caos no existe y que la esperanza estadística en su complejidad desmiente la unilateralidad de un mundo concebido solo como un espectáculo terrible: sobre el bosque arrasado por un incendio resurgirán trementinosos pinos y vigorosos robles y

mientras eso ocurre
alguien escribirá que ha visto belleza allí donde otros no ven más que dolor y desolación. Siempre habrá quien se niegue a separar lo verdadero de lo falso.

                                                                                   J. R. Bach

4 oct 2016

Cada palabra se abraza con la que tiene al lado.


ALGUNAS CITAS PARA ERUDITOS



Un anuncio poco común


PRIMER DÍA DE ERMESSENDA EN PARÍS

Aún con la mente confusa por los acontecimientos de aquellos días en que yo admiraba su cuerpo de hombre agonizante. Sí, de un cuerpo que irradiaba dolor al menospreciarme y que sigue aquí –más allá de lo razonable-…, que insiste.

Me volvía loca su lengua –clavel de la ironía- que escondía callada sed punzante. No sé cómo aún perdura en mi mente su mano nerviosa, azul, de amante ni su verso que llora aunque cante. Seguía y sigue presente en mí la imagen de su pila de huesos, insultante, y su alma cayéndose de frío.

¿Qué podría decir, cicatrizante, a aquellos atributos de su augusta verdad que lo envolvían? ¿Qué le podría haber dicho para que su mente cambiara de rumbo?

Con esas tribulaciones danzando en mi cabeza me encontraba en París leyendo los anuncios de una revista de publicidad inmobiliaria.

Llamé al número de teléfono de Clementine
porque me pareció poco común su anuncio:

Se ofrece habitación
en Casa de Huéspedes a mujer seria y responsable, amiga de la conversación, sin alergias al polvo, aficionada a la lectura, a la poesía, a la música clásica, al arte del dibujo, a la pintura surrealista y a la escultura figurativa. Llamar tres veces seguidas a partir de las cinco de la tarde al teléfono ……..   ………..   …………
                                                                                           J. R. Bach

27 sept 2016

El Ángel Montserrat pertenecía -según ella- al tiempo sin horas, a la plenitud, y al universo ya creado y estado casi reposado.




                                        DOMINIQUE, LA HIJA DE AGNÉS


                                                                             (fragmento de la novela "Retales de Algodón")
                                                                                                              J. R. Bach