4 abr 2016

Era sábado y Emilia se estaba preparando para otra gran noche de amor.


LA LARGA NOCHE DEL SÁBADO

De cuando en cuando
–escribía Emilia antes de ir al baño, por la mañana- llegaban años difíciles y se quedaban vacías las tinajas de aceite,

Se quedaban vacías las despensas de almendras,
membrillos, harina y tocino como en los tiempos en que venían hombres con botones relucientes y botas altas.

Entonces nuestra madre miraba hacia el campanario 
como las cigüeñas sacando a la tarde la raíz cuadrada, luego la blanca luz de la luna arrastrándose sobre la piel del mar,

y como una carta que llegó desde muy lejos,
apretaba su amarga mandíbula.

Entonces a medianoche
se levantaba nuestro padre y se sentaba en el borde de la cama, metía la barbilla entre sus manos como un mendrugo mordido

y abría la ventana y estudiaba en las estrellas
el tiempo y el destino, como si abriera la gran Enciclopedia de las Galaxias y leyera los versos del Cielo Constelado.

Entonces también nosotros,
unos niños, haciéndonos los dormidos y abrazados para estar calentitos bajo la manta,

escuchábamos su voz
como si proviniera de un pozo seco, escuchábamos –como si saliera de un viejo baúl pintado con negros cipreses-

"tranquilos, yo estoy aquí";
nos cogía nuestras manos y nos quedábamos dormidos estrechando una estrella en nuestro corazón.

Después de dejar de escribir
Emilia tomó las últimas gotas del café y desapareció tras la puerta del baño, momento en que me deslicé desde el techo hasta el cuaderno rojo y que aproveché para copiar fielmente todo aquello que había escrito. Oí el chapoteo en la bañera durante un buen rato, luego el silencio se hizo denso en toda la casa.

Temiéndome lo peor
me colé por encima de la puerta del lavabo y allí estaba ella, sonriente, desnuda, mirándose en el espejo. Sobre el mármol una botella de vidrio topacio lucía una etiqueta con la inscripción "Oleato de Caléndula", en otra botella metálica y brillante como si fuera de aluminio una etiqueta amarilla (color de precaución) la inscripción era: "Citrus sinensis" (aceite esencial de naranja).

En un recipiente de cristal azul y boca ancha
Emilia había preparado una crema cicatrizante (de caléndula) y dulcificante para la piel (la naranja). Se estaba embadurnando todo su cuerpo con aquella pomada incluidas sus partes más íntimas. Todo el baño olía a naranja la fruta preferida de las arañas por su dulce sabor y también por su estimulante color.

Era sábado y Emilia se estaba preparando
para otra gran noche de amor. Pensé en las vecinas, en cómo estirarían las orejas para oír los suspiros de placer de los Amantes Escritores nombre con el que ya habían bautizado a la pareja. Pensé en su envidia, en su maledicencia y en cómo se masturbarían aquella noche del sábado.

                                                                          Johann R. Bach

2 comentarios:

  1. ale_cuelebre@hotmail.com
    0:41 (fa 7 hores)

    Eran tiempos difíciles,de carestía ,incertidumbre,miedo,frío.Pero ahí está la madre con sus cábalas domésticas y el padre protector dando seguridad a ella y sus hermanos"estrechando una estrella en el corazòn",amor y esperanza para los hijos.Emilia deja de recordar y escribir,se baña de luz ,energía y olor cítrico dulce,que no dulzón, para amar en la noche ,mientras las vecinas abren los ojos a la envidia en compulsiva soledad.
    Me ha gustado,poeta de poetas,mucho.

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  2. Pilar Dehesa
    Ahir a les 23:20

    Buenas noches amigo +Joan Rr un gusto saludarte!
    Este relato me parece triste, algunas personas la pasan peor que otras, pero Emilia si sabe como alegrarse un rato

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