28 dic 2014

las tostadas con mantequilla y mermelada de tomate de su propia elaboración,


DIECIOCHO HOMBRES PARA CADA MUJER

He escrito otro capítulo
de una novela que se resiste a encajarse dentro de las doscientas páginas que me exige el mundo editorial.

Son las cuatro de la mañana,
con mucho sigilo para no despertarla, me he deslizado entre las sábanas; estirado boca arriba y la cabeza alta sobre dos almohadas regreso en mi pensamiento al mundo real.

Pronto comenzarán los ruidos
de la calle y el de los niños de los vecinos.

Sonará el despertador
y ella se tendrá que marchar. Nada habrá cambiado de forma sustancial en la monotonía diaria.

Pronto amanecerá de nuevo
y cuando la vea salir de la ducha volveré a hacerme el dormido para espiarla mientras se viste frente al armario abierto.

Divididas en las perchas
en secciones según su color, como pequeñas deidades familiares, ella pasará la mano sobre las faldas, elegirá una blusa –probablemente azul con lunares blancos-, un jersey, y,

cuando se siente sobre la cama
para ponerse las medias fingiré que me desperezo un poco para volver a sumergirme en el sueño.

Con la cabeza ligeramente girada
sentiré una vez más que ella me mira con indiferencia, como si ya estuviese pensando en otra cosa:

en su vida sin mí,
que ha comenzado ya hace algunas semanas;

como todos los días,
una mirada que es una infidelidad cotidiana.

La que estará ahí vistiéndose,
dentro de un rato, es una doble del futuro, una impostara a la que despeja la cabeza dejarme aquí dormido

como si yo, ingenuamente,
ignorase que esta noche se ha masturbado dos veces pensando en alguien que ha conocido este verano…

amigo –interesante- de una amiga.

También sus gestos
me parecerán más vivos, propios de una mujer enamorada, como si escuchara una conversación que me elude (pero en la que ella participa) con los objetos mismos de la casa:

la cafetera que va a preparar,
las tostadas con mantequilla y mermelada de tomate de su propia elaboración, con los hombres del mundo: sabe que cada mujer vive el amor con dieciocho hombres (en promedio)

y ella
con el cuento de haberse ocupado de dos hijos sólo ha tenido seis relaciones –tres antes de casarse, y tres estando casada.

Pensará, desde luego como todas,
en sus amigas, con todas las cosas que debe hacer durante el día y en la obligación de comprar un pequeño regalo para alguien que pronto celebrará su aniversario.

Cuando termine de vestirse
se acercará rápidamente hasta mí simulando apresuramiento y me dará un beso.

Repetirá las palabras de siempre:
"me marcho, es tardísimo". Será su sincera declaración de intenciones.

Y yo, si no puedo conciliar el sueño,
seguiré escribiendo poemas sobre la soledad

                                                              Johann R. Bach

2 comentarios:

  1. Angustia, la que tiene el protagonista, por lo que esta pasando, y Haciendose el sueco, no. Se enfrenta a la realidad, pues teme perderla para siempre.

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  2. Sin ruidos ni voces ,con la comunicación indiferente de ella y ese beso hacia el protagonista cómo que nada pasa y probablemente lo sienta para su amante.Él observándola,doliente ,sintiendo como ella se aleja no le pregunta nada ,tal vez el miedo a una respuesta sabida o no deseada ,se refugia en poemas de soledad cuando ya la tensa soledad hiere toda la estancia

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