8 abr 2014

Riéndome de tus tretas de doncella no era preciso decir nada más.

FRASCOS DE CRISTAL TOPACIO

 

Juntos crecimos en edad y amor

vagando por la misma acera de una manzana –la única autorizada- llena de misteriosos rincones.

 

No tengo palabras ¡ay! para hablar

de los encantos que el amor posee, ni he de intentar ahora trazar la belleza que alentaba en un rostro que ni siquiera en mi mente apasionada ha dejado su recuerdo tras de ti.

 

En plena madurez de la vida

¿no te has detenido en algún objeto de deleite con mirada tenaz hasta que has sentido que la tierra gira y la visión se esfuma?

 

En aquellos días sólo nos atrevíamos

a cruzar la calle Sant Quintí porque el tráfico de automóviles era casi nulo aunque la aventura tenía poco aliciente pues al otro lado del asfalto no hallábamos otra cosa que el muro del Hospital de Sant Pau.

 

Otra cosa era la calle “Pare Claret”.

Era una vía de intensa circulación de vehículos –y aún lo es en la actualidad- en la que por desgracia comprobé qué representaba desobedecer.

 

En efecto ¿recuerdas? Frente a tu “castillo”,

casi en la esquina del hospital, había un quiosco donde comprábamos los “Caramelos Penalty”: con las letras del envoltorio debíamos construir la palabra penalty si queríamos conseguir un llavero con el escudo del Barça, y no había manera de conseguir la “y”

 

Al intentar cruzar la calle

un coche me atropelló. El conductor no me vio porque yo salí de detrás del quiosco. Resultado: Conmoción cerebral y ocho días sin comer en observación en el hospital.

 

Pedía comida y me daban un poco de leche.

A escondidas mi hermano me daba un pequeño mordisco de su bocadillo de pan con sobrasada.

 

En el hospital la cabeza me daba vueltas

en torno al nombre de tu castillo “Wassermann” y durante años me intrigó aquel nombre. Pasado el tiempo hallé la clave años siguiendo la pista de las palabras de Nietsche:

 

En efecto, en su obra Así habló Zarathustra,

Nietzsche escribió: «La tierra, dice Él, tiene una piel, y esta piel está enferma. Una de las múltiples enfermedades que sufre se llama hombre

 

¡Qué visión más terrible

debía tener del horror devastador de la enfermedad!

 

Asociada a la enfermedad

que padecía Nietsche –la sífilis- se hallaba la palabra “Wassermann” y todos los antecedentes modernos de esa enfermedad ponían como ejemplo a Nietsche1.

 

Yo amaba

-sin saber muy bien qué significaba eso-, y ¡oh, cuán tiernamente!

 

¡Sí! ¡Ella era digna de todo amor!

Tal como en esa infancia fue el mío, aunque entonces no podía ser pasión: era tal que un ángel en lo alto la podía envidiar.

 

A unos escasos cincuenta metros había un bar

-el único en la zona- donde las mujeres no entraban nunca porque estaba muy mal visto entrar en “antros de perversión”.

 

Sólo en la Masía de Can Miralletes

se podía beber en porrón vino con gaseosa los domingos mientras se comían tostadas con tomate y cebolla asada. Era como una fiesta.

 

¿Recuerdas?

Nos metíamos en el colmado del estrecho pasaje y escuchábamos las quejas y chismes de las clientas mientras esperábamos pacientemente nuestro turno para comprar una barrita de regaliz de cinco céntimos.

 

Juntos crecimos en edad y amor

escondiéndonos tras los frascos vacios de cristal topacio del almacén del laboratorio Wassermann tu castillo

 

como si por miedo a no dar la talla

escogíamos las sombras.

 

Allí, tras los frascos de cristal topacio,

nos encontrábamos cómodos como si tú, mi inmaculada, y yo esperásemos un castigo menor en caso de que se descubrieran nuestras correrías;

 

Preferíamos ser soporte de los mayores

 –tu hermano y el mío- en vez de ser nosotros los protagonistas.

 

Juntos crecimos en edad y amor

Vagando por la misma acera de una manzana –la única autorizada- llena de misteriosos rincones.

 

En tu castillo señalabas los cielos

que se abrían por encima de la rampa que llevaba a los muelles y, yo no veía cielo que no fueran tus ojos.

 

Hasta la infancia conoce el corazón humano, pues cuando, en medio de aquel mar de cristal y de aquellas sonrisa, lejos de nuestras leves inquietudes y

 

riéndome de tus tretas de doncella

no era preciso decir nada más.

 

La sagrada memoria de aquellos años

acude a mí en esta horas solitarias y, con dulce encanto, semeja perfume de extrañas flores estivales, de flores que conocimos antes, en la infancia

 

y que una vez vistas

traen el recuerdo no sólo flores, sino más: nuestra vida terrenal, el amor…, todo.

                                                                 Johann R. Bach

 

1.        Desde finales del siglo xix, la reacción de Wassermann se considera la mejor prueba para diagnosticar la sífilis

 

2 comentarios:

  1. Son recuerdos,, de una infancia,,al menos, recuerdas,, pasajes de un adolescncia, o juventud, qie tu deseo es compartir,,,hermosa juventud que recuerdas con cariño,,, ahora,,entrada a otra etapa de tu vida,, tienes mil naraciones,, que nos puedes mostrar paso a paso, en tu largo caminar por la vida, saludos

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  2. Historias viscudes,,molt be,,,ja que saps donar-li,, un toc poetic,, que agrada,,, dons bé,, espero que siguem molts els que pudem veure en tu,,, a un home senzil,, que sols preten donar-nos a coneixer par de las sevas narración,, i poemas,, que de te,,al nostre amic Joan,,, espero que no decaigui mai les ganes de crear,,, ja siguin,,,fets reals,,, o Oniricas Historias que son part d' un sentimnt,,a vegades poc valorats. Anim Joan,,

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